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30 de diciembre de 2023La Navidad para mí siempre ha sido sinónimo de magia, unión y regalos.
La magia emana del espíritu navideño que se crea en cada familia, en cada hogar al transmitir de generación en generación, lo que para cada uno representa la Navidad. La magia surge de esa ilusión ligada a la inocencia infantil, al deseo de que algo bueno ocurra, al hacerse realidad aquello que tanto hemos anhelado.
Personalmente, he disfrutado mucho de esa magia transmitida por mis padres a través de pequeños gestos cargados de espíritu navideño. En mi casa siempre hemos tenido la costumbre de hacer nuestro propio calendario de adviento. Cada año, un mes antes de que llegará diciembre, escogíamos una temática para el calendario y entre toda la familia llevábamos a cabo esta tarea juntos. Eran momentos de unión, de compartir, de complicidad y de mucha ilusión. Esta actividad no sólo era la prueba de que se acercaba la Navidad, tan esperada como niños, sino que además tenía las primeras recompensas. Pasar tiempo juntos y otra muy especial, tener el privilegio de que nos asignarán un paje de Papá Noel. Ese paje, encargado de velar del buen hacer durante el proceso de creación del calendario, era también el primero en valorar nuestra labor y recompensarla. Nos ofrecía pequeños obsequios o mensajes especiales, que nos hacían ilusionarnos cada día y disfrutar de todas aquellas sorpresas cuidadosamente elegidas con un propósito: inculcarnos valores, apreciar el valor del esfuerzo común y amar la Navidad, por el hecho de estar juntos.
Esta tradición familiar que he heredado, me ha permitido sacar provecho de sus enseñanzas y contagiar el espíritu navideño a mi alrededor. Disfrutar de ser quien idea e impregna de magia lo que te rodea, es doblemente gratificante. Mi hijo mayor, que ya tiene más de 25 años, todavía recuerda cuando decidimos hacer un calendario de adviento que era un viaje alrededor del mundo en 24 días. Cada día, su paje Pountcho le explicaba que había visitado ese país y le hacía unas preguntas sobre él, que mi hijo respondía buscando en los libros de casa. Ese maravilloso viaje fue una ilusionante aventura llena de aprendizaje compartido. Otro año, a mis hijas se les ocurrió hacer un calendario con un animal por cada letra del abecedario. Así, emprendimos de nuevo con ilusión la aventura de encontrar animales de todo el mundo y descubrimos el kiwi, un pájaro que no vuela, el wombat o el xifóforo, un pez bastante común a pesar de su raro nombre.
Para mí, la magia reside en esos pequeños detalles que hacen especial cualquier situación porque la impregnan de emoción. Así pues, escoger cómo montar tu belén o cómo decorar tu árbol de Navidad pueden ser momentos especiales para compartir y disfrutar juntos. De esta manera, se convertirán en algo significativo que se grabará en la memoria como un recuerdo indeleble. Además, la ilusión de ver con qué emoción un niño/a espera la llegada de Papa Noel o los Reyes Magos, nos acerca por unos instantes a nuestros propios recuerdos infantiles y a esas emociones que marcaron nuestra infancia. La Navidad nos permite despertar esa ilusión, muchas veces aletargada bajo el ritmo acelerado de nuestro presente. Al pensar en hacer felices a nuestros seres queridos y disfrutar con ellos, resurge nuestra ilusión en forma de creatividad, sorpresa y proyectos futuros.
Al igual que la magia de creer en algo y desearlo hace especial la Navidad, también lo es reunirse con los seres queridos y disfrutar de compartir momentos de alegría y bienestar. Son las fechas que más se prestan a la reconciliación, al perdón, en definitiva, a dejarse inundar el corazón por el amor, la amistad, la compasión y la dicha compartida. Creo que es bueno recordar estos valores que en ocasiones se diluyen en la abundancia de comida y la avalancha de regalos. Considero que podemos aprovechar la Navidad para sacar ese espíritu generoso que mora en cada uno de nosotros para compartir no sólo con los que más queremos sino también con aquellos que más lo necesitan. Es una valiosa forma de apreciar lo que tenemos y agrade
Pensando en el tercer ingrediente del espíritu navideño, los regalos, me ha venido a la cabeza la palabra “presente” que se utilizaba antaño. Me ha gustado porque justamente es lo que me parece más significativo de un regalo. El hecho de estar presente, en el momento de escoger el regalo, de entregarlo, de compartirlo y crear así esa emoción que será la que llene de sentido ese regalo. Ya que, más allá de lo regalado lo que recordaremos pasados los años serán esos sentimientos generados en ese instante único. En mi casa, a Papa Noel le gusta divertirse y en lugar de dejar los regalos debajo del árbol, deja una nota con instrucciones y pistas para que tú mismo encuentres los regalos. Esa búsqueda muchas veces es la que más sonrisas, ilusión, expectativas crea entre los miembros de la familia. Da lugar a anécdotas cuando un regalo no aparece o surge algún imprevisto durante la búsqueda del ansiado presente. En ocasiones, el mejor regalo puede ser una salida juntos, un viaje en familia que permitirá reforzar los lazos afectivos y generar recuerdos comunes.
En mi opinión, los mejores regalos son aquellos que responden a la ilusión generada y al mismo tiempo fomentan los momentos de complicidad y alegría compartidas. A veces no es tanto la cantidad de regalos sino el escoger el regalo que permita unir a las personas y disfrutar juntas.
Regalos que dejen aflorar al niño que cada adulto llevamos dentro, para así acercarnos a nuestros hijos y recuperar junto a ellos esa magia que hace posible que nuestros sueños se hagan realidad.
Imágenes: Freepick